En el artículo anterior traté del Programa
Nacional Fronterizo (PRONAF) y de cómo éste remodeló la arquitectura urbana fronteriza, la cual era una precondición necesaria para modernizar las fronteras mexicanas.
Los
números impersonales y fríos nos dicen que por entonces era urgente un cambio
económico en las fronteras mexicanas. Por ejemplo, los gastos que originó el
PRONAF fueron incomparablemente menores a la fuga de divisas que experimentaba para
entonces el país. Mientras que el PRONAF tuvo un presupuesto general de 3.3
millones de dólares, para 1960 la situación fronteriza de México con los
Estados Unidos se caracterizaba por muy altas tasas de desempleo, por escasez
de vivienda y de servicios públicos, además de que la mayoría de los productos
consumidos: comida, ropa y muebles, era adquirida del lado estadounidense de la
frontera, lo que llevó a que mientras en 1951 hubieran salido del país 76.5
millones de dólares, para 1960 esta fuga hubiera subido a 221.
Además, como consecuencia de la participación
estadounidense en la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos había establecido
en 1942 el programa bracero para combatir la escasez de mano de obra en esa nación, aunque al terminar la guerra, el
número de contratados había disminuido notablemente. De un máximo de casi medio
millón de braceros alcanzado en 1956, esta cifra descendería y en 1964, último
año en que funcionó el programa, hubo menos de 200 mil. Así que era imperioso
que se remodelara la economía fronteriza para intentar resolver estos tres
problemas: fuga de capitales, calidad de vida y desempleo.
Después de cumplir su cometido, Antonio
Bermúdez salía del PRONAF en 1965 y el programa desapareció completamente en
1972, mientras que en México comenzaba una polémica sobre el camino a seguir,
en la que intervinieron diversos actores y factores.
Los principales actores
fueron las Secretarías de Hacienda y la de Industria y Comercio nacionales: mientras
que Hacienda se oponía a la creación de maquiladoras porque no aportarían
impuestos directos a México, la de Comercio sí apoyaba la apertura de cualquier
industria fronteriza, sin importar su tamaño, ya que generaría empleos.
El Presidente Adolfo Ruiz Cortinez y el Gobernador Alvaro Obregon Tapia |
Por otro lado, mientras que por un lado la población local fronteriza, con distintas
intensidades y ópticas según la región, se dividía entre aquellos que abogaban por
la Zona Libre para promover el cambio económico, por el otro había quienes se
inclinaban por el establecimiento de fábricas en la frontera. En general,
podemos decir que los comerciantes se oponían a los industriales, que fueron quienes
finalmente lograron imponer su fórmula económica. Además, retrospectivamente vemos
que el programa de industrialización fronterizo fue un agregado de distintas
participaciones, tanto gubernamentales como individuales, y no una idea de
alguien en particular, aunque tuvo muchísima importancia la actuación del gobernador de Sonora, Alvaro Obregón Tapia (1955-1961), en este programa.
Ya desde 1954 David Dabdoub
había escrito y publicado un artículo titulado La Verdad Sobre los Perímetros Libres, en el que sostenía que el
perímetro libre había mejorado el comercio de Nogales, que en un 90% era de
turismo, y de esta manera se podían vender localmente artículos importados
junto con los nacionales porque los turistas buscaban lo hecho en México. Que asociado con el establecimiento, también había disminuido el contrabando, y concluía que era necesario
que los industriales nacionales mejorasen sus productos, además que debería
haber fletes más bajos para poder traer artículos nacionales más baratos a esta
frontera.
Así fue cómo poco después surgieron las
fábricas fronterizas, como la primera, COMCO de México, que fue instalada en
Nogales en 1963, con un capital inicial de $500,000 y 18 obreros. También por
entonces, recordaría posteriormente Richard Bolin, consejero de una compañía
estadounidense que había visitado acompañando a Richard Campbell, otro de los
pioneros de la industrialización nogalense, el sitio donde después se
construiría el primer parque industrial de esta ciudad, y encontró que “no
había nada en el lugar además de pastura y de las pequeñas cruces del camino en
donde la gente había fallecido [en
accidentes automovilísticos].” En ese lugar fue donde
se planeó construir un parque industrial que manejara a gran escala
internacional la idea de establecer fábricas fronterizas. Además, poco después la
familia Dabdoub establecía otra fábrica en esta población, MOTOROLA.
Para entonces, el
gobierno de Sonora había tomado la iniciativa y en
1961 el gobierno estatal, ahora gobernado por Faustino Félix Serna (1967-1973) creó la Dirección de Fomento Industrial, la que a lo
largo de ese sexenio logró la ubicación de un número considerable de empresas
en la frontera, y ese mismo año, el mes de marzo, el gobierno estatal
expropiaba 60 hectáreas para crear el que se convertiría en primer parque
industrial de Nogales, con la idea de fomentar la industrialización a través “del ensamble mecánico y electrónico de
productos principalmente para la exportación...” o sea manejar en gran escala el concepto de fábrica
maquiladora.
De esta manera, y como respuesta a la
iniciativa fronteriza, ahora el gobierno federal intervino, y en 1965
estableció el Programa de Industrialización fronterizo. Además, por entonces
fue contratada la compañía estadounidense de Arthur D. Little (ADL) para que estudiara
cómo promover la industrialización fronteriza mexicana.
Las conclusiones para adoptar un modelo de funcionamiento a que
se llegaron fueron varias. En primer lugar, el de Plantas Gemelas (Twin Plants) que era un concepto apoyado por los Estados Unidos y en el cual había dos plantas de una misma compañía, una del lado estadounidense de la frontera y otro del mexiano; y mientras que la del lado estadounidense abastecería de insumos y se encargaría de la administración general de la fábrica fronteriza, la planta del lado mexicano se encargaría de abastecer de mano de obra de trabajadores mexicanos.
Además, Campbell ideó el Plan Shelter, que fue puesto en práctica por primera vez en Nogales, y consistía en que una compañía estadounidense conservaba el control de sus funciones estratégicas así como del valor agregado, mientras que una compañía intermediaria subarrendadora, bajo la que se había amparado la compañía estadounidense, se encargaría de las múltiples tareas de logística, tales como producción, cadena de abastecimientos o tecnología de manufactura, así como los aspectos legales y ambientales.
PINSA en Nogales |
De esta manera finalmente, el 9 de abril de 1969, el gobierno del Estado firmaba
un acuerdo con la Sociedad Mercantil Parque Industrial de Nogales, S.A. de CV
(PINSA), detrás de quien estaba Richard Campbell, por el cual ésta recibía del
ayuntamiento de Nogales 46.1498 Has. en arrendamiento por 30 años para
construir y operar el que resultó ser primer parque industrial de Nogales, y
que quedó ubicado en la superficie que había sido expropiada, ubicada al entonces Sur de la mancha urbana nogalense. Así se cumplía la
petición-promesa de campaña a la gubernatura de Alvaro Obregón Tapia, hecha en
1955: “Hace falta una comunión de pueblo y gobierno, hace falta una
sincronización exacta de pueblo y gobierno dentro de un programa rehabilitador.
Se necesita industrializar al pueblo de Nogales…”
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